Un pueblo tranquilo, desértico, apartado de la mano de Dios. Mi pueblo.
La pobreza llegaba a la pequeña ciudad del oeste, los juegos de cartas y las apuestas era lo mas sobresaliente en ese pueblucho desaparecido.
Aunque un día alguien apareció en esta nefasta ciudad, un forastero entró en las puertas del mugriento bar.
Tenía un sombrero y una gabardina, su sobresaliente barba y sus cicatrices le hacían parecer un verdadero vaquero...¿o tal vez un bandido?
Como mi deber de Sheriff, atendí a los movimientos de dicho extraño.
Me miraba fijamente, ¿acaso se creía el dueño de esta ciudad?, ¡No!, ¡la ciudad es mia y nadie la dañaria en lo mas minimo!
Finalmente, de un rápido e imprevisto movimiento desenfundo. PUM.
La sangre rodeaba al cadáver del hombre. El bar se inquietó y huyeron como ganado que son. Sin valor. Sin principios. Sin remedio.
El cargador de la pistola giraba dejando sitio a una posible siguiente bala, pero no fue necesario, entro en su guardabalas como solía hacer.
Efectivamente, hoy seria un día tranquilo mas en mi ciudad, pues ningún forastero tocaría a cualquier persona de libres pensamientos.
Esta es la historia de un hombre, que lo dió todo por su ciudad, y por sus propios ideales.
La pobreza llegaba a la pequeña ciudad del oeste, los juegos de cartas y las apuestas era lo mas sobresaliente en ese pueblucho desaparecido.
Aunque un día alguien apareció en esta nefasta ciudad, un forastero entró en las puertas del mugriento bar.
Tenía un sombrero y una gabardina, su sobresaliente barba y sus cicatrices le hacían parecer un verdadero vaquero...¿o tal vez un bandido?
Como mi deber de Sheriff, atendí a los movimientos de dicho extraño.
Me miraba fijamente, ¿acaso se creía el dueño de esta ciudad?, ¡No!, ¡la ciudad es mia y nadie la dañaria en lo mas minimo!
Finalmente, de un rápido e imprevisto movimiento desenfundo. PUM.
La sangre rodeaba al cadáver del hombre. El bar se inquietó y huyeron como ganado que son. Sin valor. Sin principios. Sin remedio.
El cargador de la pistola giraba dejando sitio a una posible siguiente bala, pero no fue necesario, entro en su guardabalas como solía hacer.
Efectivamente, hoy seria un día tranquilo mas en mi ciudad, pues ningún forastero tocaría a cualquier persona de libres pensamientos.
Esta es la historia de un hombre, que lo dió todo por su ciudad, y por sus propios ideales.
